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PRIORIZACIÓN DE LA VACUNACIÓN FRENTE AL COVID-19

El Comité de Bioética de España ha aprobado la siguiente Declaración:

https://www.actasanitaria.com/wp-content/uploads/2020/12/Declaracion-del-CBE-Estrategia-priorizacion-vacunacion-frente-COVID19.pdf

1. La inmunización frente a la COVID-19 a través de la vacuna constituye la principal estrategia para superar la terrible pandemia que llevamos varios meses sufriendo. Tal estrategia cobra aún más relevancia, una vez que hemos podido comprobar que tratar de obtenerla a través del contagio del virus genera en muchos casos una enfermedad con efectos devastadores. Los escasos países que optaron por la denominada “inmunidad de grupo”, pudieron comprobar sus letales efectos y el impacto que tenía en gran parte de la población y, especialmente, en las clases más desfavorecidas y en las personas más vulnerables. Tampoco el sistema de confinamientos y de limitación de derechos y libertades fundamentales parece lograr controlar definitivamente la propagación de la enfermedad y la propia pandemia. Se espera que con la inmunización que proporcionará la vacunación de toda o, al menos, gran parte de la población pueda reducirse notablemente el impacto de la pandemia y así poder restablecer el normal funcionamiento de nuestra sociedad. El anuncio reciente de que varias de las vacunas que se están ensayando clínicamente e, incluso, algunas ya aprobadas por las autoridades públicas (véase, la FDA en Estados Unidos de América), parecen mostrar un alto grado de eficacia y seguridad, y de que es previsible que puedan estar ya a disposición de nuestras autoridades en breve espacio de tiempo, constituye una noticia esperanzadora en un contexto tan difícil como el que estamos viviendo. Un contexto en el que, como acabamos de destacar, es difícil vislumbrar otra salida a la crisis. Y estamos convencidos de que el sistema de autorización vigente, tanto europeo como español, garantizará la efectividad y seguridad de las vacunas. Sin embargo, como el número de vacunas que inicialmente llegará a nuestro país solo permitirá cubrir a una parte de la población, es indispensable adoptar criterios de priorización en el acceso a las mismas. Y ello, sin perjuicio de que, gradualmente, como han anunciado las autoridades públicas, se consiga el número suficiente de vacunas para lograr una cobertura universal de la población española.

 2. Este Comité ya señaló, en su Informe sobre los aspectos bioéticos de la priorización de recursos sanitarios en el contexto de la crisis del coronavirus, de 25 de marzo de 2020, que la priorización en la asignación de recursos sanitarios no es una novedad ni una consecuencia de la pandemia, sino algo inherente a cualquier sistema de salud (véanse, por ejemplo, los triajes en Urgencias, las listas de espera o las decisiones de incluir o no en la cartera de servicios determinados medicamentos o prestaciones sanitarias). Ello, sin embargo, no le quita un ápice del carácter trágico que supone prestar un recurso a alguien y denegárselo, aunque sea en este caso temporalmente, a otro ser humano. En todo caso, la priorización en la distribución de las vacunas debe llevarse a cabo con especial atención no solo a criterios científicos, clínicos y económicos, sino también éticos y legales. Y a estos efectos, los principios de igualdad, equidad, necesidad, beneficio social y reciprocidad tienen un significado específico en el contexto del acceso a la atención de la salud. Por ello, parece que un modelo mixto de priorización de los recursos, en el que se preste especial atención a la vulnerabilidad, es el que mejor se acomoda a un caso como el que nos ocupa. La aplicación ponderada de estos principios conduce a una justa priorización en la distribución de las vacunas mientras no dispongamos de las suficientes para proteger a toda la población. Como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus “Recomendaciones para la gestión de cuestiones éticas en epidemias” (Guidance for Managing Ethical Issues in Infectious Disease Outbreaks) de 2016, las decisiones de asignación de recursos deben guiarse por los principios éticos de utilidad y equidad. Y si bien el principio de utilidad requiere la asignación de recursos para maximizar los beneficios y minimizar las cargas, el principio de equidad exige la distribución justa de los beneficios y las cargas. Esa distribución equitativa de los beneficios y las cargas puede exigir, en ocasiones, dar preferencia a los grupos que están en peor situación, como son las personas enfermas, las más vulnerables o las de menos recursos. No siempre es posible lograr plenamente tanto la utilidad como la equidad.

 3. Esta nueva priorización de los recursos sanitarios vinculada directamente a la pandemia de la Covid-19 ya fue anticipada por el propio Comité en su Informe sobre los requisitos ético-legales en la investigación con datos de salud y muestras biológicas en el marco de la pandemia de Covid-19, de 28 de abril de 2020, en el que señalábamos que sería harto difícil acceder de manera más o menos inmediata a un número suficiente de dosis de las vacunas para poder facilitársela a toda la población. El propio carácter global de la pandemia, decíamos entonces, dificultará tal acceso, pues son todas las regiones del mundo y una población de miles de millones de personas las potencialmente interesadas en la vacuna. Y añadíamos que, por tanto, todo ello implicará ineludiblemente la necesidad de establecer una priorización en la aplicación de la vacuna.

4. En relación a la evaluación de cuáles son los criterios y límites ético-legales de dicha priorización de la vacuna, este Comité no ha procedido a elaborar ningún informe, como ya hiciera con ocasión de la priorización en el acceso a los respiradores y otras medidas en las UCI de los enfermos de Covid-19, dado que a principios del pasado mes de septiembre el Comité fue invitado a participar en el Grupo de Trabajo técnico sobre priorización en el acceso a las vacunas frente a Covid-19 que se estaba constituyendo en el marco de la Subdirección General de Promoción de la Salud y Vigilancia en Salud Publica del Ministerio. Entendimos que, dado que se iba a constituir dicho Grupo y que el propio Comité, y lo que es más importante, la perspectiva bioética iba a estar presente en el debate sobre la priorización, no era oportuno elaborar un informe propio sobre dicha cuestión. El mencionado Grupo de Trabajo ha elaborado una estrategia de vacunación frente a Covid-19 en España, que, aunque no está concluida, ya se ha hecho parcialmente pública en cuanto a los grupos que accederán a la vacuna en la primera fase, y que se basa en criterios sustancialmente éticos y en valores y principios asumidos universalmente, tales como la protección frente a la vulnerabilidad, la igualdad, la equidad o la reciprocidad entre otros, apartándose de propuestas meramente utilitaristas.

 5. En definitiva, no podemos más que transmitir nuestra satisfacción porque la perspectiva bioética haya estado presente en un debate como es el de la priorización de un recurso sanitario tan importante y en un contexto tan dramático, y comprobar que las soluciones propuestas toman en consideración los principales criterios bioéticos aceptados universalmente, así como los principios, valores y derechos consagrados en nuestra Constitución. Desde el Comité de Bioética de España destacamos el esfuerzo que se ha llevado a cabo por el Grupo de Trabajo, para que la Estrategia sobre la priorización en el acceso a la vacuna se elaborara con antelación suficiente a la llegada de las vacunas, lo que ha permitido un debate constructivo, reposado y sereno. Cuando el valor en juego es tan relevante como la salud particular de los individuos y la salud pública de las poblaciones, la única manera de alcanzar consensos robustos en la propuesta de determinadas políticas es mediante una deliberación nutrida tanto del conocimiento científico y clínico como de las razones éticas. También nos parece reseñable que, como señala el propio resumen ejecutivo, se considere que la labor del Grupo de Trabajo no ha concluido, ya que la Estrategia constituye un “documento vivo” que se irá actualizando a medida que vaya aumentando el conocimiento sobre las vacunas candidatas y aquellas próximas a su autorización, así como las características de la inmunidad generada tras la vacunación.

6. En el ya citado Informe de 25 de marzo de 2020 señalábamos que, para superar esta crisis, no basta la actuación efectiva de las autoridades y poderes públicos, sometidos a responsabilidad y control políticos y a la crítica ciudadana. Es igualmente imprescindible que todas las ciudadanas y ciudadanos sigamos ejerciendo ejemplarmente nuestra responsabilidad en el cumplimento de las medidas que evitan los contagios. A nadie se le escapa que tan grave como la pandemia es la ‘infodemia o infoxicación’ que vivimos, que difunde informaciones falsas y escandalosas sobre la enfermedad y las vacunas, sembrando el desconcierto y la alarma entre los ciudadanos. Para combatir esa infodemia, la mejor vacuna es la búsqueda de fuentes de información acreditadas y rigurosas. La vida de los demás está ahora, más que nunca, en manos de cada uno de nosotros. El primero y más antiguo de los principios básicos de la Bioética es, “primero no hacer daño” (Primum non nocere). Este principio no solo es predicable de los profesionales sanitarios, sino de todos los miembros de la comunidad. La libertad de expresión y la libertad de creación y debate científicos son derechos fundamentales de toda sociedad libre, no obstante, con actitudes y conductas que pongan injustificadamente en duda la eficacia y seguridad de las vacunas que llegarán en breve a nuestro país, se puede hacer mucho daño a muchas personas.

Tales palabras que recogíamos al inicio de la pandemia cobran ahora, una vez más, pleno sentido y, por ello, debemos concluir interpelando nuevamente a la solidaridad y responsabilidad de todos los agentes implicados: las autoridades públicas y entes privados, los medios de comunicación, los profesionales sanitarios y, por supuesto, los ciudadanos.

LOS MÉDICOS NO NOS MERECEMOS CARBÓN ESTE AÑO

MANUEL MARTÍNEZ-SELLÉS

Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid

Dr. Manuel Martínez-Sellés

El autor se muestra muy crítico con la Ley de eutanasia que se ha aprobado ayer en el Congreso y reclama de las autoridades una buena Ley de Cuidados Paliativos en nuestro país. Muchos se han alegrado con esta aprobación, AGABI no. Hay argumentos religiosos para rechazar esta Ley. Sin embargo, los del Dr. Martínez-Sellés son exclusivamente profesionales y seculares. En AGABI estamos en pleno acuerdo con ellos, y por esta razón publicamos su artículo, publicado en El Mundo el 17 de diciembre de 2020.

https://www.elmundo.es/opinion/2020/12/17/5fda1afdfc6c83de5b8b4593.html

Ha sido un año difícil; solo en Madrid han muerto por la pandemia más de 60 compañeros, activos en su mayoría. Creo que los médicos nos merecemos un reconocimiento y se me ocurre que le podíamos pedir un regalo a los Reyes. Yo, en el día de hoy, me permito pedirles una buena Ley de cuidados paliativos.

Según la Organización Mundial de la Salud, los cuidados paliativos son el conjunto de medidas que previenen y alivian el sufrimiento, incluyendo el dolor y otros problemas, sean estos  de orden físico, psicosocial o espiritual. Los pacientes con enfermedades avanzadas se merecen unos  cuidados que les permitan tener una mejor calidad de vida los últimos meses de su vida. En España, están infradesarrollados. De los dos servicios de cuidados paliativos por cada  100.000 habitantes que se recomiendan, solo se alcanza un 0,6. Somos de los pocos  países de Eu- ropa  que no tenemos una especialidad de cuidados paliativos. Por eso me cuesta creer que, en vez de es- te deseado y necesario regalo, los Reyes nos traigan una Ley de eutanasia.

Tenemos un gran número de pacientes con enfermedades avanzadas que no reciben unos  cuidados paliativos adecuados. Porque unos  buenos y universales  son la reserva de las sociedades que quieren ser justas con sus padres y sus abuelos, o con aquellos, ahora agotados, a los que la vida no les fue bien. Lo demás, la eutanasia, la autonomía de la voluntad o el falso derecho a la muerte son mentiras que el hombre se inventa y las ideologías aprovechan para vender humo. La verdadera alternativa que tenemos por delante es dotar a cada hospital con un Servicio de cui- dados paliativos. Necesitamos una ley que haga frente al drama de la muerte, pero  que lo haga de forma adecuada. Esto sí que es hacer justicia y tratar con dignidad a nuestros enfermos terminales.

En vez de implementarse medidas para mejorar la atención de estos enfermos, la alternativa que se da es matarlos. Además, se aprovecha  una pandemia de dimensiones extraordinarias en la que  ni los médicos ni la sociedad se pueden manifestar, aturdidos por el día a día, para aprobar una medida que va a significar el mayor recorte sanitario de la historia. Una medida de obligado cumplimiento que va contra el juramento hipocrático y contra el código deontológico que nos regula la práctica. Una medida, por otra parte, que nos va a convertir en la excepción de Europa (la eutanasia solo es legal en el Benelux y se permite en Suiza), y que se quiere a aprobar sin un adecuado debate previo y en contra del dictamen del Comité de Bioética de España, el principal órgano consultivo del Gobierno en esta materia, dependiente de los Ministerios de Sanidad y Ciencia.

En el día de hoy, en el Congreso de los Diputados se está asestando una clara agresión a la tradición y a la ética médica, que va a conllevar, más temprano que tarde, la quiebra de la relación de confianza médico-paciente. Desde un argumento falaz y sin una demanda social verdadera, esta ley acomete una nueva e ideologizada ingeniería de transformación social, testimonio de la profunda decadencia de valores que experimenta nuestra patria. Yo todavía me permito pedir al Gobierno y a los partidos políticos un cambio de ruta  y una reflexión profunda sobre el alcance de lo que se proponen. La identidad genuina de la medicina es y será  siempre sanar. Un término que integra el curar y el cuidar. Y cuando esto no es ya posible paliar el sufrimiento del paciente, siempre evitando su dolor y su soledad en los momentos finales de la vida, que es función de los paliativos. Jamás matar. Ninguna ley puede obligar a una profesión a ser lo que nunca puede ser. Ni a un médico a matar legalmente. Los horrores de Weimar y su legado nos deben enseñar que la ley no puede estar por encima de la ética médica, arrollarla.

Es imposible que los autores de esta ley desconozcan sus consecuencias, no el portal sino el portón mortal que su legalización abre a la inseguridad jurídica y a la pendiente deslizante que en unos  años  pasará de lo legal a lo ilegal y de lo autónomo a lo imperativo  en los carentes de toda autonomía, incluyendo niños con discapacidad, enfermos mentales y ancianos con demencia. Es algo público y notorio que ya sucede en Bélgica y Holanda donde, bajo términos eufemísticos, un alto número de enfermos, ya sin autonomía, son eliminados a petición de sus hijos, sus padres o sus tutores legales. Sin clara fiscalización de la justicia.

Congreso de los Diputados en España.

A la práctica médica acecha un gran peligro. No se cuenta con nosotros, aunque, después de  nuestros pacientes, somos los más implicados. Causa estupor. Es como si al zapatero el Gobierno dijera cómo arreglar la suela de unos zapatos, o al cirujano el modo de operar un cáncer de páncreas. Se vende la eutanasia como progresista, aunque implica una intervención dictatorial en la práctica médica y pone el foco en los pacientes más débiles y desasistidos, y con peor situación socioeconómica.

Los médicos descubrieron hace miles de años lo que es el bien del enfermo y los límites insobornables de sus propias acciones, el límite de impulsar o ejecutar la muerte del sufriente. Desde los más  ignotos tiempos, los médicos han tenido prohibido matar, con excepciones que creíamos que no volverían a darse como durante el nazismo. La eutanasia corrompe la relación médico-paciente incorporando la desconfianza, y lleva a situaciones tristes como las de los ancianos que huyen por temor de Holanda o Bélgica.

La experiencia de las duras condiciones que soportan los pacientes con enfermedades avanzadas, la vivencia de su día a día, la realidad de su dependencia y la ruptura de su intimidad, todo esto no lo conocen los políticos. Lo conocen las enfermeras y los médicos. Muchos saben, sienten, que las manos dulces de una sabia enfermera, al modo  de una madre, son la esperanza de sus vidas, Confían en su médico, y saben que intentará siempre lo mejor para ellos. En las condiciones más extremas algunos no quieren ya vivir, eso dicen, pero lo que quieren es no vivir así. UN chute de morfina y una mano amiga y competente, y sentirse protegidos, y todo parece cambiar y vuelve la alegría a los rostros. Esto es lo que la sociedad está obligada hoy a reflexionar y tomar medidas. Cambiemos ese así, y no permitamos el olvido o el desprecio de sus vidas a través de la eutanasia.

Esta ley se defiende desde la autonomía de los pacientes, pero olvida la carencia de autodeterminación real que tienen muchos pacientes con enfermedades avanzadas y que, en la mayoría de los casos, la expresión de un deseo de muerte viene a significar el grito de una petición de ayuda, que expresa la necesidad de cuidados, atención y cariño.

Desde otra perspectiva, es una ley con implicaciones económicas: tengamos en cuenta que se aplicaría en el país más envejecido de Europa. De hecho, España camina a pasos agigantados para convertirse, si lo permite la pandemia, en el país más envejecido del mundo y en menos de 20 años. Cada vez tenemos más ancianos, que cobran pensiones y muchos de ellos demandan unos  cuidados médicos costosos. Desde un punto de vista economicista solo veo dos salidas a nuestro verdadero suicidio demográfico. Una es promover la natalidad. Lamentablemente, se quiere apostar por la otra.

España y los españoles, nuestros padres y nuestros abuelos, no se merecen el trato de la eutanasia, y la irresponsabilidad de su aprobación descansa en todos quienes la apoyan o se ponen de perfil, culpables siempre, por muy útil o estratégica que sea a sus intereses. Aquí también incluyo a los pocos médicos que la defienden, ignorantes y rendidos al falso progreso de una ideología del momento, circunstancial, que olvidan el consenso categórico contra la eutanasia de la Asociación Médica Mundial.

Debemos exigir transparencia, puertas abiertas al debate social, denunciar las pseudoencuestas sesgadas y manipuladas, y un acercamiento mayor al ser humano que sufre en las casas o los hospitales. Y un diálogo sincero con los médicos. Necesario, imprescindible. Este año los médicos no nos merecemos carbón. ¡Y nuestros pacientes tampoco!

COVID -19 Y ÉTICA EN EL TRIAJE HOSPITALARIO

Michael Cook. BioEdge, 13 de diciembre de 2020 |

Con una segunda ola de Covid-19 que se extiende por Europa y Estados Unidos, amenazando con abrumar a las UCI de los hospitales, el debate sobre el triaje vuelve a cobrar importancia.

«La falta de unidades de ventilación de cuidados intensivos debido al rápido aumento de las tasas de infección se encuentra entre los escenarios de pesadilla más importantes de la pandemia del coronavirus», dice Mathias Wirth, de la Universidad de Berna (Suiza), porque: «La escasez de suministro puede resultar en una clasificación de pacientes que padecen casos graves de COVID-19 y por lo tanto obligan a tomar una decisión de vida o muerte».

Junto con expertos de la Universidad de Yale, King’s College London, Charité Berlin y el Hospital Universitario de Essen, Wirth ha preparado una declaración sobre estas difíciles decisiones en el American Journal of Bioethics.

Los expertos advierten contra la implementación prematura del triaje. Aunque el triaje permite tomar decisiones basadas en la equidad en situaciones extremas, genera una tensión significativa en las partes afectadas, los familiares y el personal médico. Escriben: “Es insoportablemente difícil para un paciente, sus familiares y amigos no interpretar una clasificación basada en criterios específicos de triaje como un juicio moral sobre el valor de la vida de una persona. ¿Cómo se puede afirmar la dignidad insustituible de todos y cada uno de los individuos incluso si se dan recursos a algunas personas y no a otras?”.

Según los autores, para evitarlo, se deben hacer todos los esfuerzos posibles para transferir a los pacientes gravemente enfermos a otros hospitales sin escasez de suministro, si es preciso a otros países en caso de emergencia.

Además, los autores recomiendan una mayor colaboración regional, nacional e incluso internacional en cuidados intensivos para pacientes con Covid-19 en preparación para futuras oleadas de la infección. «El hecho de que el triaje sea correcto en algunas circunstancias no significa que sea correcto en todas ellas», dice Wirth. «No existe una situación de triaje real y legítima siempre que haya espacios de tratamiento disponibles en otros lugares».

En segundo lugar, una decisión de clasificación negativa para personas individuales no debe en ningún caso significar que se descuide su atención médica y psicológica. Todo lo contrario: si se les priva de un respirador, se requiere el máximo esfuerzo para su cuidado y tratamiento, tanto para ellos como para sus familiares.

Las decisiones sobre el triaje dan muy poca consideración a los problemas morales, según los autores. «El sufrimiento que implicaron las decisiones de triaje para los pacientes, familiares y personal médico en los epicentros de la primera ola lo atestigua», afirma Wirth. Con estas recomendaciones, la planificación del triaje se puede clasificar más claramente como último recurso, lo que significa que se debe prestar mayor atención a todas las alternativas posibles.

MUCHAS VECES NO SE PUEDE CURAR, PERO SIEMPRE SE PUEDE CUIDAR

Entrevista de MARIA ALMODÓVAR para El Correo Gallego con CAROLINA SOTELINO. Enfermera en el Sergas y miembro de la junta directiva de AGABI. 21 de noviembre de 2020.

https://www.elcorreogallego.es/tendencias/muchas-veces-no-se-puede-curar-pero-siempre-se-puede-cuidar-dn5384959

La enfermera y supervisora de laboratorios Carolina Sotelino afirma: “La eutanasia induce al abandono del paciente. Esto es contrario al ejercicio profesional, que consiste en averiguar los motivos que afligen a las personas para poder abordarlos”.

– Una cosa es el sufrimiento físico y otra el psicológico… Es comprensible que haya personas que quieran acabar con su vida, ¿no cree? Porque… ¿no es cada uno, en cierto modo, dueño de su vida?

En estos casos debemos averiguar el motivo por el que desea la muerte. Detrás de ese deseo humano se suele esconder un sufrimiento intenso relacionado con el dolor o un mal control de otros síntomas. La soledad y sentirse una carga para su familia o para la sociedad son otros motivos para desear la muerte. Está demostrado que un buen control de los síntomas, una adecuada comunicación y el acompañamiento emocional, social y espiritual logran mejorar la calidad de vida de estos pacientes y de sus familias. Ser dueño de la propia vida significa tomar sus riendas y las propias decisiones. Los cuidados paliativos buscan el alivio del dolor y del sufrimiento, pero también buscan dar más vida a los días que quedan, y que el paciente sea copartícipe de su cuidado por profesionales especializados. Cada uno debe ser protagonista de su propia historia, incluso en la enfermedad. El objetivo de todo esto es profundizar en el cuidado de cada paciente preservando su autonomía, y conseguir que la experiencia de la enfermedad sea vivida de la mejor manera posible.

– Otra historia es no tener dolor, pero estar cognitivamente perfecto. Ahí el padecimiento psicológico tiene que ser brutal. Perdone que insista.

La muerte no es un acto en sí mismo, sino más bien un proceso al que nos acercamos según como hayamos vivido. “Tal como construyas tu vida, va a ser tu muerte”. Hoy en día la muerte es un tabú en nuestra sociedad. No nos gusta y tendemos a esconder todo lo relacionado con ella. Esto no siempre ha sido así y tampoco lo es en otras culturas. Lo cierto es que todos nos vamos a morir algún día. Es necesario “naturalizarla” y saber que hay mucho que hacer cuando a una persona le diagnostican una enfermedad incurable. No se trata de esperar, controlando solamente el dolor o los síntomas; se trata de que viva la vida hasta los últimos instantes.

– ¿Por qué es incompatible la eutanasia con los cuidados paliativos? En cierto modo, se practica diariamente cuando se opta por sedar a un paciente terminal…

Los cuidados paliativos mejoran la calidad de vida de los pacientes con enfermedades incurables y también la de sus familias. Se trata el dolor y otros síntomas físicos, además de problemas psicosociales, emocionales y espirituales. Se tienen en cuenta una serie de principios: mantener la calidad de vida del paciente, reconocer su derecho a recibir apoyo en todo momento, considerarlo como un todo individual con necesidades físicas, psicosociológicas y espirituales. Se intenta atender todas las necesidades del paciente, de su familia y de aquellas personas que forman parte de la vida y del cuidado del paciente. Se reconoce el derecho del paciente y de su familia a recibir apoyo en todo momento y de tomar decisiones basadas en el conocimiento de su situación.

La eutanasia es la provocación intencionada de la muerte de una persona por motivos compasivos en un entorno sanitario.

La sedación paliativa es la disminución deliberada del nivel de conciencia del enfermo mediante la administración de fármacos para evitar un sufrimiento intenso causado por síntomas que no se han podido controlar por ningún otro medio. La profundidad de la sedación paliativa se gradúa buscando el nivel mínimo que logre el alivio sintomático, pero no busca la muerte del paciente. Es una de las muchas terapias de control de los síntomas que se utilizan dentro de los cuidados paliativos. No se puede equiparar la eutanasia a la sedación paliativa.

– ¿Qué relación guarda la eutanasia con la deshumanización?

La eutanasia induce al abandono del paciente. Esto es contrario al ejercicio profesional, que consiste en averiguar los motivos que afligen a las personas para poder abordarlos. Una petición de eutanasia es con frecuencia una señal de cuidado insuficiente; una petición de ayuda.

El Comité de Bioética de España en su informe del 9 de octubre de 2020 concluye que “existen sólidas razones sanitarias, éticas, legales, económicas y sociales, para rechazar la transformación de la eutanasia y/o auxilio al suicidio en un derecho subjetivo y en una prestación pública”.

– Otro tema, y me parece gravísimo, es el cese de la atención vital para los ancianos, una medida que en algún país de Europa están dispuestos a adoptar.

A mi juicio, es fruto de “cosificar” a las personas. Una vez que dejan de ser productivas, tratan de convencerlas de que ya no valen nada. Si además introducimos la idea de que es por el bien de los demás, aunque sea el económico, poco a poco se va facilitando la aceptación moral de este hecho.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Alemania nazi, nació el proyecto Aktion T4. Lo que en un principio fue una manera de eliminar a un individuo con una enfermedad incurable sin dolor, se convirtió en la matanza sistemática de discapacitados mentales y físicos, internados en instituciones, sin el conocimiento de sus familias. Hitler suspendió el programa en 1941, preocupado por la imagen internacional de Alemania, pero las matanzas continuaron.

Actualmente, países como Bélgica y Holanda “no administran tratamientos caros que prolongan la vida de las personas mayores de 85 años”, a fin de preservar el equilibrio económico de la sanidad. Este es un ejemplo de cese de la atención a los ancianos. En Holanda hay casos de ancianos que se van a una residencia de otro país por miedo a que los maten en el suyo. Actualmente en Holanda se plantean legalizar la eutanasia para personas mayores simplemente “cansadas” de vivir.

– ¿Lo que más se teme es la angustia? Ese sufrimiento interno porque te mueres y no sabes cómo va a ser…

Ante la noticia de una enfermedad incurable, la ansiedad y la angustia son síntomas muy frecuentes que generan sufrimiento. La familia y los profesionales sanitarios participan del sufrimiento del paciente en la fase final de su vida. El paciente debe recibir toda la información y apoyo emocional. Hay que establecer una relación de confianza y facilitar su desahogo. El apoyo y la validación emocional, la escucha activa y cultivar actitudes empáticas hacia el propio paciente y su familia son parte fundamental de estos cuidados.

– ¿El cuidado paliativo es sinónimo de muerte próxima, Carolina?

En absoluto. Los cuidados paliativos se pueden aplicar desde el mismo diagnóstico a la vez que el resto del plan terapéutico. En las Unidades de Cuidados Paliativos ingresan sobre todo pacientes para controlar síntomas. Una vez tratado y resuelto el problema, muchos regresan a su domicilio.

– ¿Se ha humanizado la muerte?

Yo creo que todavía queda mucho camino por hacer. En el medio sanitario, vemos cómo cada día se instrumentaliza más el proceso de morir. Al personal sanitario se le forma para salvar vidas y cuesta aceptar la muerte, porque supone un fracaso. Es aquí donde corremos el riesgo de caer en la obstinación terapéutica, que provoca en el paciente un sufrimiento injustificable.

– ¿En Enfermería hay una formación específica en cuidados paliativos?

Existe formación especializada en Cuidados Paliativos en forma de máster en Universidades como Comillas, Valladolid o la Pontificia de Salamanca. También en entidades privadas como, por ejemplo, el máster que imparte el Centro de Cuidados Paliativos Laguna de Madrid, pero, lamentablemente, ni en el grado de Enfermería ni en el de Medicina se contemplan como especialidad, y se necesitan profesionales mejor capacitados.

– ¿Y cuando el paciente es un niño?

Mi experiencia está basada principalmente en el cuidado a personas adultas, pero por lo que he podido leer, los niños suelen adquirir mucha información sobre su enfermedad, incluso contemplando la posibilidad de su fallecimiento, aunque a ellos no se les haya dicho nada. Hay que informar al niño y a la familia e incluirlos en la toma de decisiones, lo que requiere una información completa sobre la enfermedad y a las opciones terapéuticas posibles. Los niños suelen ser más conscientes de su situación de lo que creemos. Habrá que valorar su capacidad de forma individual.

En Europa hay 680 servicios especializados de cuidados paliativos pediátricos, 10 en España. Sin embargo, no alcanzan a atender las necesidades de la población, pues 170.000 niños mueren cada año sin acceso ellos.

– El presidente de la Asociación Gallega de Cuidados Paliativos dijo recientemente en una entrevista en ‘La Voz de Galicia’: “Hacemos la medicina más difícil, la que se basa en la comunicación, hablar con el paciente, entendernos con él”. En Enfermería imagino que también sucede esto. ¿Sales muchos días triste del trabajo?

El hospital es una escuela de la vida, te enseña lo bueno, lo regular y lo malo. Las enfermeras y auxiliares somos las personas en las que recae principalmente la confianza del paciente. Hay días en los que todo va bien y sientes que el esfuerzo ha merecido la pena, has contribuido al bien de otros, pero hay días en los que solo deseas que se acabe pronto el turno y poder descansar. De lo que no tengo duda es que, cuando son necesarios, los cuidados paliativos son la mejor medicina para el final de la vida.

A este respecto, recuerdo un caso. María estaba inmovilizada en la cama y con un cáncer avanzado. Cuando ingresó, y debido a los fuertes dolores, se manifestaba muy triste y desanimada. deseaba morirse. Debido a las restricciones que impone la pandemia no recibe visitas de su familia, y la soledad se le hace muy dura. Tras unos días de tratamiento, los dolores remitieron. He mantenido con ella varias conversaciones, dejando que hablase y me contase sus penas. Le he facilitado varias videoconferencias con sus hijos y nietos. Su estado emocional ha cambiado. – “Mira, Carolina, me dijo, me he dado cuenta de que tengo motivos para querer vivir, sobre todo el cariño que me manifiestas tú y varias auxiliares, mis hijos y mis nietos”.

Vale la pena trabajar con generosidad con estas personas, que, con frecuencia te pagan con una sonrisa o con un “gracias, hija”, que transmiten esperanza y compensan los esfuerzos. Muchas veces no se puede curar, pero siempre se puede cuidar.

“Faltan muchos servicios”

El Consejo General de Europa y la Sociedad Española de Cuidados Paliativos exigen asegurar que este tipo de cuidados lleguen a todas las personas. Entre los problemas habituales en la atención a los pacientes en el proceso al final de la vida es que “faltan muchos servicios”. España cuenta con 196 dispositivos de paliativos que suministran una cobertura media del 40 %, “lo que refleja el tremendo recorrido que todavía queda por hacer para que todos los ciudadanos tengan acceso a una atención paliativa de calidad”. Hay unidades que realizan una magnífica labor, pero son insuficientes. Es preciso que haya un porcentaje adecuado de Unidades en nuestro país por número de habitantes. En Galicia contamos con un Plan de Cuidados Paliativos específico, que, a pesar del esfuerzo y la calidad profesional de sus integrantes, también se resiente de carencia de medios y personas. Es fácil solicitar información respecto al Plan hablando con el médico responsable o bien en los servicios de atención al paciente. La Atención Primaria es el elemento inicial y fundamental para promover dicha asistencia. Los dispositivos específicos (Unidades de Cuidados Paliativos y Equipos de Soporte de Cuidados Paliativos) y de Hospitalización a Domicilio (HADO) se reservan para la atención de enfermos y situaciones de complejidad.

LA BIOÉTICA ANTE LOS DESAFÍOS DEL COVID-19

Finalizada la intervención de los ponentes y tras el coloquio con los participantes, la Junta Directiva de AEBI adopta las siguientes conclusiones de la Jornada de AEBI 2020:

1. Ante la persistencia de la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2 se requiere una evaluación constante de la propagación del virus con parámetros adecuados y, para ello, disponer de los medios personales y financieros. Se trata de un deber primordial de las autoridades sanitarias pues la toma de decisiones políticas tiene que basarse sobre datos que muestren la realidad de la pandemia en cada momento con la mayor precisión que sea posible.

2. Se requiere de los poderes públicos reforzar el sistema sanitario, con la conciencia de que, por un tiempo aún por determinar, tenemos que atender una nueva enfermedad junto a la asistencia sanitaria habitual. El manejo de la COVID-19 requiere de medios específicos de protección para los profesionales, así como de otros relacionados con el tratamiento de los síntomas y signos clínicos de sus pacientes. Es fundamental no exponer a los profesionales sanitarios a un grado de esfuerzo en sus tareas que los lleve al agotamiento, al desaliento o a la pérdida de su salud psíquica. Respecto a esto último, es muy importante no someterlos a tensiones continuas de carácter ético debidas a escasez de medios.

3. Junto a la obligación ética de conocer lo mejor posible la realidad de la enfermedad y disponer de los medios adecuados para paliar sus efectos, también conviene anticipar los escenarios éticos que pueden conllevar más dificultad de resolución. Corresponde a las autoridades sanitarias aprobar los criterios básicos para su solución respetando la lex artis, la legalidad vigente y habiendo escuchado el parecer del Comité de Bioética de España o, en caso de problemas de alcance autonómico, los correspondientes Comités Autonómicos de Bioética. Todo ello porque las decisiones sanitarias o políticas no sólo deben atender a la necesaria evidencia científica sino también a consideraciones éticas que busquen como fin último el bien común y el respeto a la dignidad de la persona. Repensar el sistema sanitario requiere incluir siempre la dimensión ética en todas las medidas que se tomen. Todos los ciudadanos, debe participar activamente en las decisiones bioéticas que deban adoptarse en estos próximos años en el ámbito de la sanidad y la biomedicina.

4. Las autoridades sanitarias también deben prestar atención al efecto que, en las personas y en la sociedad, pueden tener las diversas medidas que se adopten para mitigar o contener la difusión del virus. No sólo por el efecto sobre la actividad económica, sino también por el no menos importante en la salud física, psíquica y espiritual de las personas. Mientras no esté en juego gravemente la salud publica hay que generar medidas que, en lo posible, no perturben las relaciones interpersonales, pues son esenciales para el pleno desarrollo de las personas.

 5. La crisis social en la que nos encontramos no debe llevar a incrementar más el individualismo social en el que estábamos anclados sino, más bien, a tomar conciencia de la interdependencia en la vivimos y que es propia de los seres humanos. Es una oportunidad de abrirnos a los otros, de configurar una humanidad en la que todos nos cuidamos y acompañamos. No sólo los profesionales tienen la responsabilidad de la salud de las personas sino todos los ciudadanos.

6. Después de la experiencia habida en la primera ola de la pandemia convendría disponer de los medios y los protocolos para que las personas que ingresan en los hospitales o que viven en residencias de mayores puedan estar acompañados y no sufran la soledad, que puede llegar a ser tan perjudicial para la salud o incluso para la vida, como el propio virus SARS-CoV-2.

Madrid, 30 de octubre de 2020

ALGUNAS CUESTIONES ÉTICAS TRAS LA PANDEMIA POR COVID-19

La Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI) emitió el 4 de mayo de 2020 un amplio comunicado titulado:  «Algunas cuestiones éticas tras la pandemia por Covid-19 y sobre la situación que suscita la presencia de esta enfermedad en nuestra sociedad».
Por su interés, y porque la Asociación Gallega de Bioética (AGABI) subscribe totalmente su contenido, remitimos a nuestros lectores al documento original, que se puede obtener en pdf de la siguiente dirección:
http://aebioetica.org/archivos/Postfasecriticav2.pdf

COVID-19. LA TELEDESPEDIDA NO ES SUFICIENTE

Entrevista a María Antonia Fernández-Lamelas, presidenta de honor de AGABI (Asociación Galega de Bioética), enfermera y licenciada en derecho, en EL CORREO GALLEGO.
https://www.elcorreogallego.es/tendencias/ecg/teledespedida-no-es-suficiente/idEdicion-2020-04-25/idNoticia-1243115/
No entiendo cómo se pueden celebrar tertulias televisadas con casi una decena de participantes y que a la hora de despedir a un ser querido no puedan estar más de tres personas. Desconozco las razones, pero me parece muy injusto.
Son situaciones no comparables. Entiendo que la limitación del número de asistentes a un entierro pretende evitar el contagio. Si en las tertulias se cumple lo establecido para evitar el contagio, como la distancia mínima entre personas, me parece correcto.
No puedo imaginarme lo duro que debe de ser ver cómo se llevan al hospital a un ser querido, que durante unos días no lo veas y que, si se muere, ¡no puedas ni siquiera despedirte de él! Dar esa noticia tiene que ser espantoso para el profesional sanitario también. La privación afectiva es lo peor que le puede pasar a alguien al final de su vida.
Se supone que si a una persona la ingresan en un hospital es porque ahí tiene posibilidades de curación que no tendría en su domicilio. Habitualmente se limita las visitas de los familiares en los centros hospitalarios, y esta práctica es más extrema cuando se ingresa en unidades de cuidados, y cuando el paciente padece o se sospecha de una enfermedad contagiosa. Los sanitarios sabemos que dar malas noticias forma parte de nuestro trabajo, pero, como usted dice, es muy duro. Por otra parte, más allá del esfuerzo que los profesionales sanitarios −cualquiera que sea su estatus− ya están haciendo para paliar esa privación afectiva, aún en situaciones de cansancio que muchas veces supera sus fuerzas, se hace todo lo posible para que el paciente esté en contacto con la familia. Hoy se cuenta con medios de comunicación para ello. Las reuniones virtuales son ya algo normal en nuestra sociedad, y también pueden serlo entre pacientes aislados y sus familias. Sin embargo, esa teledespedida no es suficiente. Por esta razón, el Comité de Bioética de España, en su declaración del 15 de abril, ha pedido que se permita el acceso al menos a un familiar, sobre todo en los momentos de la despedida, lo que ya se hace en algunas Comunidades Autónomas, así como en hospitales y residencias de mayores. Eso sí, con las debidas precauciones.

¿Es verdad que existe el riesgo de discriminación por edad, discapacidad o deterioro cognitivo? ¿Es ético?
El riesgo existe, pero si hubiese discriminación por cualquier causa no sería ético. Toda persona, independientemente de su edad y condición, merece ser reconocida como persona con igual dignidad fundamental, y por ello con los mismos derechos fundamentales que todos los demás. Todos los ciudadanos merecen igualmente toda la atención médica y todo el cuidado que es proporcionado a su enfermedad y que es posible dar. Por ello, es contrario a la justicia que los médicos o las autoridades políticas o sanitarias hagan juicios acerca del valor de la vida de las personas, afirmando por ejemplo que las vidas de unas tienen más valor que la de otras, o estableciendo criterios generales de discriminación por razón de edad, del sexo, de salud mental, de raza, etc. en virtud de los cuales algunos no se les trata con la misma atención y cuidado que a los demás. La priorización de los recursos también forma parte de nuestro trabajo, y el personal médico y paramédico que en situaciones como la pandemia del COVID-19 se vea obligado a tomar en poco tiempo decisiones dolorosas no debería inquietarse moralmente, siempre que hayan hecho lo que “ahí y ahora”era posible hacer para atender a todos con los recursos disponibles y que su modo de proceder no obedezca a criterios generales discriminatorios. No obstante, será motivo de tranquilidad moral consultar a los otros colegas antes de tomar ciertas decisiones, porque esto facilita que las decisiones sean razonables y justas. Y eso es lo que generalmente se hace.
¿Cómo se puede mejorar el acompañamiento?
En una situación de emergencia como la actual hay que tener en cuenta muchos factores: el paciente, los profesionales sanitarios, el personal de apoyo, el espacio suficiente, además de la debida protección de los acompañantes, lo que hace muy difícil conseguir un acompañamiento ideal. Esto no significa que no se deba estudiar con detalle el modo de mejorar el acompañamiento, pues en estas semanas, miles de pacientes han fallecido sin sentir el afecto y la cercanía de sus seres queridos, así como sin contar con apoyo espiritual o religioso conforme a sus convicciones y creencias. Por ello, pienso, que hay que reflexionar sobre el modo de facilitar un entorno más compasivo en el morir de estos pacientes, lo que forma parte de la auténtica calidad asistencial.
¿Hay pacientes vulnerables que presentan unas necesidades específicas de apoyo y acompañamiento que no se están ofreciendo en todos los casos?
Aunque desconozco en qué medida, creo que eso se está produciendo. Uno de los motivos es que en el contexto de una crisis como la actual, muchas veces hay que tomar decisiones sin demasiado tiempo para la reflexión, y ello lleva con cierta frecuencia a que aquellas se adopten sin atender a los valores en conflicto o sin considerar la alternativa de cursos de acción intermedios. Aun en tiempos de una crisis como la que estamos padeciendo, la reflexión y deliberación sobre valores debe encontrar un mínimo espacio y no caer en la mera asunción de patrones de conducta que se desentienden de deberes tan esenciales en el ámbito asistencial como los de beneficencia y no maleficencia.
¿En este caso cabrían los cuidados paliativos son más necesarios que nunca?
Los cuidados paliativos no se consideran en los casos de atención de emergencia en personas con posibilidad de curarse. Los cuidados paliativos se reservan a los cuidados al final de la vida. Una vez pasado el primer impacto organizativo, y tras comprobar ciertas carencias de tipo relacional, urge afrontar el desafío que supone la asistencia en situaciones especiales, como la atención a la agonía de los pacientes en los momentos finales de su vida con la mayor calidad asistencial y humana que sea posible, de acuerdo con la filosofía de los cuidados paliativos, que incluyen criterios de atención  psicoemocional, espiritual, religioso y de acompañamiento familiar, pues todos ellos contribuirán a evitar duelos patológicos y al agravamiento de las situaciones de vulnerabilidad.
 ¿Se están cumpliendo los principios de justicia, deber de cuidar, de administrar recursos, transparencia, consistencia, proporcionalidad y responsabilidad?
Los profesionales habitualmente consideran todos estos criterios. Como ha señalado el presidente del Comité de Bioética de Galicia: «Si la angustia y el estrés moral y asistencial de los profesionales dificultan su actividad, separemos la toma de decisiones sobre el triaje y la atención a los pacientes, que responden a criterios y fines diferentes, y asignemos aquella a un comité interdisciplinar independiente […] Por otra parte, habrá que tratar de prestar a los profesionales una atención proporcional a su conducta y a los riesgos asumidos en el cumplimiento de sus deberes profesionales».
“No hay ni una autopsia clínica practicada que pueda descubrir, demostrar, explorar o analizar las razones últimas por las que el virus mata y cómo mata”. Estas no son palabras mías, sino del psiquiatra forense José Cabrera y Forneiro. ¿Había reparado en esto? ¿Qué le parece?
Esta semana, la Sociedad Española de Anatomía Patológica (SEAP) publicó una nota aclarando este asunto. Resumiendo: la autopsia tiene un papel evidente en el estudio de la patogenia de las distintas enfermedades como la historia lo ha demostrado. Lo que ocurrió al comienzo es que no se realizaron autopsias porque en una fase inicial de esta crisis sanitaria, la SEAP recomendó no realizarlas por los siguientes motivos: clima de alarma social; limitación de Equipos de Protección Individual, siendo razonable que fueran utilizados por el personal que atendía directamente a los pacientes; riesgo de propagación del virus debido a los procedimientos propios de la autopsia, como la sección de los pulmones y otros órganos, que podía actuar como aerosoles, que propagaran la enfermedad; la práctica ausencia de salas de autopsia con niveles de bioseguridad apropiados; y la adscripción, en muchos servicios de Anatomía Patológica, de parte del personal a otras unidades hospitalarias directa o indirectamente relacionadas con el manejo de pacientes COVID-19. Ahora que ya hay menos avalancha se han concretado siete que pueden realizarse con garantías. Sin embargo, en la actualidad, hay también otros métodos que pueden ayudar a conocer como la enfermedad afecta a los distintos órganos.
Visto lo visto, ¿qué opinión tiene de la gestión que están haciendo las autoridades? ¿Cree que los sanitarios son libres a la hora de actuar?
En primer lugar, querría destacar que la crisis generada por la pandemia del coronavirus ha puesto a prueba a nuestra sociedad, que está respondiendo de manera ejemplar ante una experiencia de sufrimiento que era inimaginable hace poco tiempo. La excelencia de nuestros profesionales de la salud está sosteniendo un sistema sanitario tensionado día tras día, más allá de sus posibilidades, algo que los ciudadanos han percibido claramente reaccionando con continuas muestras públicas de agradecimiento. Luego, que se trata de una situación que nos ha sorprendido a todos y con el grado de conocimiento que tenemos del COVID-l9 no es fácil acertar. ¿Se podrían haber hecho las cosas mejor? Indudablemente, pero juzgar a “toro pasado” es muy fácil. Sí, creo que los sanitarios son libres a la hora de actuar, siempre cumpliendo los procedimientos establecidos para cada caso.

 

EL ABORTO «ESENCIAL»: UNOS 1.600 EQUIPOS DE PROTECCIÓN AL DÍA PARA NO SALVAR VIDAS

Trabajadores en tareas de desinfección ante el COVID-19 (EFE)
Extracto del artículo de Nicolás de Cárdenas. Actuall, 06/04/2020
El pasado 1 de abril el Ministerio de Sanidad publicó en el boletín Oficial del Estado una orden por la que se establecía la relación de “centros, servicios y establecimientos sanitarios” que se consideran como “servicios esenciales” y, por tanto, exentos de someterse al parón económico decretado por el Gobierno en el marco de la lucha contra la pandemia del coronavirus. Esta medida complementa la situación de estado de alarma impuesto desde el día 14 de marzo.
Entre ellos, figuran los llamados de manera oficial “centros de interrupción voluntaria del embarazo”, que no son sino los establecimientos en los que desarrollan su actividad quienes dedican su actividad profesional a lucrarse con la muerte provocada de seres humanos antes del nacimiento: es la industria del aborto. Una industria sumamente lucrativa que el Gobierno pone, en una situación de pandemia con casi mil muertos al día reconocidos en las estadísticas oficiales, al mismo nivel que los hospitales, donde se libra una lucha sin cuartel a vida o muerte contra el coronavirus […]
Cada vez que se realiza un aborto quirúrgico se precisa la concurrencia de un médico, un anestesista y una enfermera, además del resto del personal del centro como recepcionistas o celadores. Total, una media de 6 personas incluyendo a la mujer embarazada cuyo hijo va a ser sacrificado antes de nacer.
En el año 2018 se notificó un total de 95.917 abortos, una media 266 al día. Esto supone que, en tiempos de pandemia, cada día se gastarían unos 1.600 equipos de protección que podrían ir destinados al personal que lucha contra el coronavirus y sin embargo se destinan a matar a seres humanos inocentes antes de nacer.
Los datos oficiales publicados por el Ministerio de Sanidad desde el año 1985, año en que se despenalizó en tres supuestos el delito de aborto en España, hasta 2018, último publicado, revelan que el negocio de matar seres humanos en pleno desarrollo prenatal se ha caracterizado por ser un negocio tan sangriento como lucrativo.
Entre 1988 y 2018, último año publicado, el aborto en España ha segado la vida de 2.407.557 seres humanos que, mientras se encontraban en algún momento de su existencia prenatal, fueron cortados a pedazos, aspirados, diluidos con soluciones salinas o expulsados con químicos del cuerpo de sus madres.
Haciendo una estimación de un coste aproximado de 500 euros por aborto, la facturación de la industria del aborto en España suma un total de más de 1.200 millones de euros.
Dado que la inmensa mayoría de los sanitarios han sido tradicionalmente contrarios a esta práctica […], la mayoría de ellos se han realizado en centros privados. Sólo en los últimos 10 años registrados y publicados, el porcentaje medio de los abortos realizados en centros extrahospitalarios privados respecto al total alcanza el 83,96%. El porcentaje medio referido a los centros hospitalarios privados en el mismo periodo (2009-2018) asciende al 7,68%.  Sumados, obtenemos que el 91,64% del negocio del aborto recae en manos privadas. Para más inri, desde el año 2010 la llamada Ley Aído consideró el aborto como un derecho, lo hizo “libre” hasta la semana 14 de vida prenatal del embrión y fue incluido en la cartera de servicios sanitarios a cargo del erario público.  De esta manera, el 90% de la facturación del aborto, que sale del presupuesto público, sirve para enriquecer a unos negocios privados a costa de la vida de miles de inocentes.

DECLARACIÓN DEL COMITÉ DE BIOÉTICA DE ESPAÑA SOBRE EL DERECHO Y DEBER DE FACILITAR EL ACOMPAÑAMIENTO Y LA ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS PACIENTES CON COVID-19 AL FINAL DE SUS VIDAS Y EN SITUACIONES DE ESPECIAL VULNERABILIDAD

La crisis generada por la pandemia de COVID-19 ha puesto a prueba a nuestra sociedad, que está respondiendo de manera ejemplar ante una experiencia de sufrimiento que era inimaginable hace tan solo unas semanas. La excelencia de nuestros profesionales de la salud está sosteniendo un sistema sanitario tensionado día tras día, más allá de sus posibilidades, algo que los ciudadanos han percibido claramente reaccionando con continuas muestras públicas de agradecimiento.
Esta epidemia hace imprescindible el aislamiento de las personas infectadas, lo cual supone añadir a la enfermedad un factor de desconcierto y desgarro familiar del que no teníamos experiencia. Los pacientes que requieren hospitalización, o están institucionalizados en residencias, sufren de manera especial esta desconexión de sus seres queridos. Lo mismo ocurre con aquellos pacientes que presentan especial vulnerabilidad como son las personas con discapacidad o los menores de edad. El sufrimiento se hace especialmente lacerante cuando un paciente entra en la fase final de su vida con esta privación afectiva.
El Comité de Bioética de España hizo público recientemente un documento de reflexión sobre cuestiones éticas relacionadas con la COVID-19, en particular, sobre el riesgo de discriminación por edad, discapacidad o deterioro cognitivo (Informe del Comité de Bioética de España sobre los aspectos bioéticos de la priorización de recursos sanitarios en el contexto de la crisis del coronavirus de 25 de marzo de 2020). El Ministerio de Sanidad, varios Comités de Ética autonómicos y otras instituciones también han sacado a luz informes y recomendaciones sobre ciertos aspectos éticos que están siendo de gran ayuda para los profesionales y los responsables de la gestión.
Ahora, mediante esta Declaración, queremos hacer una invitación a estudiar el modo de mejorar el acompañamiento. En estas semanas, miles de pacientes han fallecido sin sentir el afecto y la cercanía de sus seres queridos, así como sin contar con apoyo espiritual o religioso conforme a sus convicciones y creencias. Las circunstancias forzadas por una infección con tan alta contagiosidad y letalidad hacen que sea imperativa la adopción de medidas muy estrictas para prevenir la transmisión de este virus. No obstante, también debemos reflexionar sobre el modo de facilitar un entorno más compasivo en el morir de estos pacientes, lo cual forma parte de la auténtica calidad asistencial. Igualmente, hay pacientes vulnerables que presentan unas necesidades específicas de apoyo y acompañamiento que no se están ofreciendo en todos los casos.
Las decisiones que se adoptan en contextos tan graves como el actual, no dejan demasiado espacio para la reflexión, y ello lleva en muchas ocasiones a que aquellas se adopten sin atender a los valores en conflicto o sin considerar la alternativa de cursos de acción intermedios. Aun en tiempos tan convulsos como los que estamos viviendo, la reflexión sobre valores debe encontrar un mínimo espacio y no caer en la mera asunción de patrones de conducta que se desentienden de deberes tan esenciales en el ámbito asistencial como los de beneficencia y no maleficencia.
Más allá del esfuerzo que los profesionales sanitarios -cualquiera que sea su estatus- ya están haciendo para paliar esta carencia afectiva, se debe estudiar el modo de permitir el acceso de, al menos, un familiar, sobre todo, en los momentos de la despedida. Nos consta que algunas Comunidades Autónomas, así como hospitales y residencias de mayores, ya han aprobado protocolos o guías para que la persona pueda estar acompañada al final de su vida, sin poner en riesgo ni a los acompañantes ni al equipo sanitario. Si es importante la toma periódica de las constantes de un paciente adoptando las máximas medidas de protección por parte de los profesionales, no hay duda de que procurar el oportuno acompañamiento de un ser querido en el momento de la muerte, así como el apoyo espiritual o religioso cuando lo soliciten, es un esfuerzo a todas luces justificado y un acto superior de humanización.
Además, no debemos olvidar que tanto el acompañamiento como el apoyo espiritual o religioso constituyen igualmente derechos proclamados en diferentes regulaciones de derechos de los pacientes y que han cobrado especial relevancia estos últimos años dentro de los diferentes planes de humanización de nuestro sistema nacional de salud. Como tales derechos reconocidos ya normativamente, debe procurarse siempre que su limitación no solo esté justificada ética y legalmente, sino que, además, no sea de tal intensidad que acabe, de facto, por convertirse en una absoluta privación. A este respecto, tanto la Constitución en su artículo 53.1 como la doctrina consolidada del Tribunal Constitucional establecen que todos los derechos deben conservar, al menos, un contenido mínimo esencial, lo que en estos tiempos no parece que se esté respetando.
 El desconocimiento que se tiene del modo de actuar de este coronavirus está exigiendo un ejercicio de continua y diaria acomodación de los modos asistenciales a las necesidades de los enfermos, lo cual supone un reto para los responsables de la gestión de los servicios, que se está afrontando con un esfuerzo digno de reconocimiento. Pero una vez pasado el primer impacto organizativo, y tras comprobar ciertas carencias de tipo relacional, urge afrontar el desafío que supone la asistencia en situaciones especiales, como la de los menores de edad y/o personas con discapacidad, y la atención a la agonía de los pacientes en los momentos finales de su vida con la mayor calidad asistencial y humana que sea posible, de acuerdo con la filosofía de los cuidados paliativos, que incluyen criterios de atención  psicoemocional, espiritual, religioso y de acompañamiento familiar, pues todos ellos contribuirán a evitar duelos patológicos y al agravamiento de las situaciones de vulnerabilidad.
En Madrid, a 15 de abril de 2020

CONSIDERACIONES ÉTICAS ANTE EMERGENCIA SANITARIA

 

  1. Toda persona, independientemente de su edad y condición, merece ser reconocida como persona con igual dignidad fundamental, y por ello con los mismos derechos fundamentales que todos los demás. Todos los ciudadanos merecen igualmente toda la atención médica y todo el cuidado que es proporcionado a su enfermedad y que es posible dar.
  2. A los médicos corresponde en cada caso concreto hacer un diagnóstico y un pronóstico, valorar en cada caso cuáles son las terapias indicadas o contraindicadas para cada uno, qué terapias serían inútiles o desproporcionadas (ensañamiento terapéutico), determinar el uso de los recursos disponibles según un criterio de equidad atendiendo a las circunstancias del lugar.
  3. Es contrario a la justicia (por las razones indicadas en el n. 1) qué los médicos o las autoridades políticas o sanitarias hagan juicios acerca del valor de la vida de las personas, afirmando por ejemplo que las vidas de unas tienen más valor social que la de otras, o estableciendo criterios generales de discriminación por razón de edad, del sexo, de salud mental, de raza, etc. en virtud de los cuales algunos no se les trata con la misma atención y cuidado que a los demás.
  4. Compete a las autoridades sanitarias prever las emergencias y planificar el modo de afrontarlas, de forma que todos puedan recibir la mejor atención médica que es posible dar. Para ello se pueden crear nuevas estructuras sanitarias de emergencia, trasladar enfermos a hospitales de otras ciudades, regiones o incluso países en los que hay más disponibilidad de puestos hospitalarios, siempre que ello sea razonable (no sería razonable tomar medidas que lo único que consiguen es trasladar la emergencia de un lugar a otro, porque eso sería establecer una discriminación entre diversas ciudades o regiones).
  5. En algunas situaciones (por ejemplo: incendio de locales públicos con mucha gente; naufragio de un barco con muchos pasajeros, situaciones de guerra) puede suceder que los bomberos o los equipos de rescate, a pesar de tener la intención de salvar a todos y de hacer todo lo posible para ello, no consiguen ayudar a todos, por falta de tiempo, recursos, etc. En este caso no deben inquietarse moralmente, aunque no conseguir salvar a alguien siempre es duro y doloroso, pues el no conseguir salvar a todos es un efecto preterintencional determinado por circunstancias que no dependen del criterio ni de la voluntad de los socorredores.
  6. En una situación de pandemia, como la actual del COVID-19, pueden crearse de hecho en algún momento situaciones de este tipo. Manteniendo la Intención de atender a todos y de hacer todo lo posible, habrá que distribuir los recursos disponibles conforme a criterios prudenciales, valorando caso por caso, no sólo la edad, sino también el diagnóstico y pronóstico del paciente, así como otras posibles circunstancias objetivamente relevantes y que no presupongan una discriminación injusta. No es éticamente admisible establecer a priori políticas generales discriminatorias, como sería, por ejemplo, la decisión de no atender a personas que han superado una determinada edad, o que no gozan de una perfecta salud mental, etc.
  7. Naturalmente, es un grave deber de las autoridades políticas y sanitarias prever, evitar y remediar lo ante posibles situaciones de este tipo (n. 6), que son y han de ser absolutamente excepcionales. La posibilidad de evitar y de remediar estas situaciones dependerán también del nivel de atención sanitaria de cada país. Pero donde el sistema sanitario sea algo deficiente, lo es para todos, y el hecho, aunque triste, no comporta una injusta discriminación entre los ciudadanos.
  8. El personal médico y paramédico que en situaciones como las mencionadas en los nn. 5 y 6 se vea obligado a tomar en poco tiempo decisiones dolorosas no debería inquietarse moralmente, siempre que hayan hecho lo que hic et nunc (aquí y ahora) es posible hacer para atender a todos con los recursos disponibles y que su modo de proceder no obedezca a criterios generales discriminatorios. Será motivo de tranquilidad moral consultar a los otros colegas antes de tomar ciertas decisiones, porque esto facilita que las decisiones sean razonables y justas.
Ángel Rodríguez Luño